Llamo a la puerta.
—Quién es, pregunto.
—Yo, contesto.
—Adelante, digo.
Yo entro.
Me veo al que fui hace tiempo.
Me espera el que soy ahora.
No sé cuál de los dos está más viejo.



Llamo a la puerta.
—Quién es, pregunto.
—Yo, contesto.
—Adelante, digo.
Yo entro.
Me veo al que fui hace tiempo.
Me espera el que soy ahora.
No sé cuál de los dos está más viejo.
Jorgenrique Adoum, 29 de junio de 1926 - 3 de julio de 2009.
Ecuatoriano, nació («de eso no hay duda», dice) en 1926. Hizo buena parte de su secundaria en las aulas de un establecimiento jesuita gracias a las cuales se volvió ateo y antifalangista, y la terminó en un colegio fiscal donde «encontrar el marxismo y el psicoanálisis fue como haber adquirido las dos llaves que abrían las puertas del mundo». Terminó sus estudios de Filosofía y Derecho en la Universidad de Chile. («Siempre he dicho que casi todo lo poco bueno que soy y tengo se lo debo a Chile»). En Santiago, Pablo Neruda le preguntó si quería «hacerle de secretario” y cumpliendo esas funciones, en su casa conoció, entre otros escritores, a Rafael Alberti, Nicolás Guillén, Miguel Ángel Asturias. Con Neruda mantuvo «una amistad invariable e intermitente que duró de 1945 a 1971, año en que lo despedí, sin saber que no volvería a verlo, en París». En octubre de 1947 se enteró, por casualidad, de que la policía registraba su habitación y lo buscaba.
Supe que las autoridades chilenas nada tenían contra mí: era «mi» embajador quien, aprovechando la situación política interna, había pedido al Ministerio del Interior que expulsara a algunos estudiantes ecuatorianos que nos habíamos opuesto, dos años atrás…
dijeron de él...
Con prólogo y selección del poeta Xavier Oquendo Troncoso, es la primera antología póstuma de Adoum, de quien dice “todo lo escribible pasó por esa mano que se alimentó siempre de las letras, la cultura, la sensibilidad y el amor por su país, del que un día se fue, pero (lo dijo claramente): yo me fui con tu nombre por la tierra y así lo cumplió: observó a su país, desde lejos y lo amó desde el recuerdo, la extrañeza, las costuras de su historia, el corazón de la lejanía. Se ama verdaderamente en el recuerdo y el amor de Adoum por su Patria, que empieza justo por donde el filósofo griego Sócrates de Abdera nos enseñó a comenzar: desde la ignorancia, que es la verdadera sabiduría: aprender a saber lo que sabes, pero, sobre todo, lo que no sabes. Jorgenrique buscó al Ecuador en su historia”.
Claudicación intermitente conforma una muestra del trabajo poético de Adoum, que recoge las inquietudes de la generación del boom latinoamericano y la herencia de poetas como Pablo Neruda ―de quien fue secretario personal―, Federico García Lorca o Walt Withman, sumadas a la propia búsqueda en los recovecos del idioma. En el decir del amor, la muerte, la memoria, la patria, el olvido y la melancolía: “salvaje al fin y al cabo pero urbano”.
Dos volúmenes que recogen la obra entera de Adoum y que incluyen poemas que habían estado inéditos hasta 2008. En palabras de su editora, Nicole Rouan-Adoum, “con la publicación de Poesía hasta hoy (1949-2008) se da el mejor testimonio de la vida de Jorgenrique Adoum pues, a mi entender, su obra es su biografía más ‘justa’, su autorretrato más parecido a lo que él es […] las ‘dimensiones’ de su vida están en poesía”.
Cuarenta años después de que Adoum escribiera en el sitio mismo de los acontecimientos su Mayo de 1968 (¿siglo XXI?) se publica este poema en edición bilingüe. Dice su editora, “como sucede cada vez que se trata de una conmemoración importante, surge una ola de información que nos lleva a revivir esos acontecimientos. Se evoca la Sorbona, la fraternidad, las manifestaciones, las peleas, la ocupación de lugares de trabajo y de distracción, la policía, los sindicatos, París y toda Francia, las barricadas, los adoquines, los heridos, las prisiones, las huelgas…”. Adoum nos hace un “informe personal” sobre Mayo de 1968 y los signos de interrogación en el título proyectan el poema al siglo en que vivimos y nos preguntan si Mayo del 68 celebra sus cuarenta primaveras o si murió el siglo pasado. El poema es la historia de un hombre entre dos tormentas: la que sabemos y la que provoca la ausencia de la mujer amada. No cabe citar el argumento de cada una ya que los lectores posiblemente conocen ambas. El final tampoco, por las mismas razones. En cuanto a Agosto es el mes más cruel, es una especie de resaca después de Mayo del 68. ¿La del poeta? ¿La nuestra?
De relativa novedad, la voz “paraliteratura” viene estructurada con el “para” que en español puede significar “semejanza, proximidad”, pero también “contra”. A las preguntas de qué se entiende por ella y cómo debe ser encarada, responde esta aproximación, donde se realiza esclarecedora y prudente incursión en un campo minado por la controversia. La poesía —principalmente, amatoria y elegíaca— resulta el terreno por excelencia, pero no el único, para sus manifestaciones, que también proliferan en política, correspondencia, prensa, crítica y jurisprudencia, como da cuenta la jugosa ejemplificación en que se apoya este acercamiento.
En el año 2005 Adoum fue postulado al premio Cervantes por la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión que, con ese motivo y en el marco de la “Campaña Nacional Palabra y Tiempo” creada para ese propósito, editó en seis volúmenes sus Obras (in)completas, que recogen su quehacer literario por género : Poesía (I), Ensayo (II), Periodismo y Teatro (III), Testimonio (IV), Narrativa (V).
Cada volumen comienza con una pequeña introducción llamada Mirando hacia atrás, en la que el autor da testimonio de cómo nacieron y del curso que tuvieron sus obras, en cada género, desde su publicación inicial hasta la edición del año 2005.En el primer tomo, que recoge su poesía, el autor señala:
(In)completas. No porque alguien, generosamente, esperara que hubiera otras posteriores, que, obviamente, quedarían fuera. Se han excluido aquellas cuyo tema o planteamientos esenciales han sido retomados en otros textos. Incluso así, un inconcebible lector que fuera de la primera página a la última advertiría repeticiones ecos, citas o comentarios respecto de los volúmenes anteriores: se trata, al fin y al cabo, de textos escritos por el mismo autor en cerca de 50 años.
El prestigio de las bellezas naturales, arquitectónicas y artísticas de Quito ha traspasado las fronteras nacionales y ha conseguido que sus imágenes se perpetúen en el arte. El crítico e historiador español José Camón Aznar escribe “Ninguna ciudad —con excepción de Venecia, Roma, París y Toledo— ha gozado de tantas versiones, de tantas visitas”. De ahí que no sea aventurado afirmar que existe un género Quito, pues se trata de una realidad en la pintura, el dibujo y el grabado ecuatorianos desde el siglo xvii hasta ahora. En este libro, que recoge el testimonio gráfico de ese género, Adoum les pone texto.
No hay ciudad en América Latina que haya sido tanto como Quito tema predilecto de los poetas por la formación y transformación de la ciudad, las figuras inseparables de su historia, las formas de vida, plácidas o crueles, que se ocultan en sus casas o transcurren en sus calles. Con libros enteros o partes de libros, son raros los poetas de Ecuador, desde la Colonia, que no hayan tomado a Quito como primera palpitación del poema o como destinataria de su canto, se trate de una epopeya o de una viñeta, de poemas torrenciales de protesta colectiva, crítica histórica o queja individual que se incluyen en este volumen de inevitable exaltación de la ciudad, porque ella se enorgullece también de que la subversión haya sido rasgo constante de su historia y casi una definición de sí misma pues la rebeldía contra el “orden” ha sido igualmente característica de su literatura y, como dice Adoum, no le está permitido a antólogo alguno establecer una censura contra una de las más altas y nobles actitudes de la poesía en la historia de la literatura universal.
Adoum lo define un libro de “recuerdos personales de gente que encontré o conocí —escritores, artistas, dirigentes políticos(pocos)— con algunos de los cuales mantuve una relación más o menos estrecha, más o menos larga, o que sin serlo realmente de alguna manera, dejó una huella en mi memoria y en mí”. Sobre todo se trata de 140 actores y testigos de los hechos y las ideas estéticas y políticas de los últimos sesenta años en América Latina y el mundo a los que el autor nos invita a conocer “de cerca y de memoria” capturándonos en la prosa poética y con el humor agudo tan propios de toda su obra narrativa. Ni “catálogo de obras escogidas” ni “libreta de direcciones”, Adoum habla de su experiencia humana e íntima y de su memoria —“regida por la más libre asociación de ideas”— ayudándonos a evaluar “un momento estelar de la literatura latinoamericana que asombró al mundo, de sus recodos amargos, de la sangre vertida de que da cuenta”, devolviéndola a la vida cotidiana de quienes, pueblos e individuos, lo crearon. Más próximo de la narrativa que del ensayo, De cerca y de memoria es, no obstante, el libro de reflexión profunda de un intelectual de (su)nuestro tiempo que nos convoca a compartir su verdad vivida.
Como una “actualización” de su antología No son todos los que están – Poemas, 1949-1979, en …ni están todos los que son Adoum incluye su creación poética de dos décadas en las que en América Latina, dice él mismo, “el destino, más que la historia, nos ha puesto frente a una realidad en la que el lenguaje político va perdiendo significados y la concepción misma del país, degradada en nuestros países, los lleva de tumbo en tumbo a su disgregación […] Entonces volvemos nuevamente los ojos a la poesía tal como fue al comienzo: forma de conocimiento para la indagación del individuo y la transformación de la realidad que conduce al poeta —ya no lírico desencantado sino ciudadano disidente–, de la mano de los lectores que aún le quedan, a desempeñar en la sociedad una función cívica: la de portador de una utopía…”.
De las Postales del trópico con mujeres se dijo que eran los poemas de un narrador; de Los amores fugaces, que son los relatos de un poeta. Como quiera que fuere, las crónicas —algunas de ellas verdaderos ensayos— de Mirando a todas partes tienen el atractivo de los textos escritos por quienes dominan esos dos géneros. Se trate de literatura o de cine, de política o de guerra, de la moda o de otras costumbres, basta recorrer el índice del libro para advertir que no hay, prácticamente, tema alguno en el mundo que no suscite el interés o la ironía del autor; prueba, además, de que el escritor —poeta, novelista, ensayista o periodista— es, ante todo, testigo de una historia que nos concierne.
Adoum se propone «analizar objetivamente la obra de Oswaldo Guayasamín, descartando los juicios de valor, todavía demasiado frecuentes en la crítica, basados en una apreciación subjetiva que se expresa en la acumulación de adjetivos o en comparaciones ditirámbicas: recursos graves, ambos, puesto que una elemental honestidad intelectual frente al lector obligaría a demostrar su justeza, para lo cual se requerirían, en algunos casos, numerosos volúmenes. Aunque con ello estemos contradiciendo sin querer la afirmación de Georges Braque de que “las pruebas fatigan a la verdad”».
Cinco relatos de amor, cinco mujeres, cinco ciudades —Santiago, Lucerna, Pekín, Montevilliers, París— en estas “memorias imaginarias” de amores que no fueron o no pudieron ser por indiferencia, rechazo, malentendido o prohibición… ¿Cuánto tiene de autobiográfico? “Todo cuanto uno escribe forma parte de un gran autorretrato —dice el autor—: esas situaciones que uno cuenta y borra, rompe y vuelve a escribir tantas veces de manera obsesiva, se vuelven vivencias verdaderas, tan intensas como las que forman la autobiografía […] Es natural que uno llegue, realmente, a amar a la mujer de su relato”. “Los amores fugaces no me exigió menos esfuerzo que mis otros libros. Siguió siendo como antes, como siempre desde cuando comencé a hacer uso del derecho a la palabra, y que sólo Ray Bradbury —que supo juntar el zen y el arte de la escritura— ha sido capaz de describir: «Cada día salto de la cama y camino por un terreno minado. El terreno minado soy yo. Tras la explosión, paso el resto del día juntando los pedazos».
Adoum se decanta por nuevos caminos poéticos y su lenguaje se torna irónico y lleno de insolencia ante la visión de las miserias de los seres humanos contemporáneos. En Postales del trópico con mujeres, el mejor Adoum se nos desgrana verso a verso para hablarnos de amor y eternidad —o instantes— y de la ternura intacta, aunque haya de ser arqueológica, de su América. Nos habla del amor resucitado, visto a la luz de otro tiempo, como uno de esos insectos atrapados en una bola de resina durante miles de años que de repente un día fija sus ojos inertes en nosotros y, a pesar de su mudez secular, nos habla de su mundo, que también fue real, ferozmente cierto, como el nuestro. Nos retrata paisajes humanos tropicales, casi todos femeninos, porque Adoum entre Marx y una mujer desnuda seguramente nueve de cada diez veces elegiría a la mujer, y no siempre la desnudez sería la excusa. Nos cuenta por qué —sobre todo, si se tiene en cuenta el barrio— la semiología carece de utilidad práctica. Nos desentierra el amor y la vida, nos comunica piedad, memoria, emoción y tiempo con sus palabras.
“Radiografía de nuestro modo de ser” o “cartografía de todos nuestros males”, “balance de cuanto somos” o “ monumento al pesimismo”, “análisis objetivo de nuestra identidad” o “exaltación patriótica de nuestros valores”… Semejantes reacciones suscitadas por Ecuador: Señas particulares demuestran el carácter involuntariamente polémico de una obra que nos obliga a preguntarnos si hay un modo de ser ecuatoriano o, mejor dicho, si tenemos los ecuatorianos las mismas facciones en la misma cédula de identidad nacional.
Exilio latinoamericano en París. Años posteriores a Mayo del 68. Un pintor ecuatoriano (Bruno Salerno) vive allí con una sudamericana exiliada (AnaCarla) que escribe una tesis sobre él… en un ambiente en el que se mezclan estudiantes y artistas latinoamericanos. La peripecia trágica ocurre cuando ella decide volver a su país y cae en una refriega callejera. La vuelta del pintor a su país, el reencuentro con el dolor y la pobreza de América Latina contrapuestos a la riqueza europea, y la obsesiva presencia-ausencia de AnaCarla desembocan en un exilio solitario no deseado pero definitivo y consciente. Adoum alcanzó con su primera novela, Entre Marx y una mujer desnuda, un prestigio que lo situó rápidamente ente los más notables narradores de América Latina. Ciudad sin ángel cristaliza ese prestigio afinando su excelente prosa narrativa, con ritmo que fluye con dominio y pericia, y una inteligencia que irrumpe en cada página y que vive en sus personajes con una lucidez seductora. Es una novela de nostalgia y angustia, en la que se entreveran la política, el arte y la literatura.
El amor desenterrado deslumbra y sobrecoge. Es un texto luminoso hecho de erotismo y horror metafísico. Asomado a ese insólito descubrimiento arqueológico de Sumpa: aquellos dos esqueletos trabados en el acto amatorio, sorprendidos así por la muerte y la eternidad —ese “…monumento más de América que la fortaleza de Machu Picchu o las pirámides del Sol y de la Luna” como dijo de ellos Eduardo Galeano—, Jorge Enrique Adoum, en versos libres que sin embargo llevan el eco de cadencias clásicas, medita y recrea la brutal paradoja que todo amor entraña: los contradictorios sentimientos de finitud y eternidad.
Una exigente muestra de poesía ecuatoriana, ideal para todo lector que busque una imagen viva y completa del género en el Ecuador. La selección de autores y textos va precedida de un estudio acerca de la poesía ecuatoriana. “Un trabajo de gran utilidad —dice el escritor Diego Araujo Sánchez— tanto porque traza una imagen amplia y rigurosa del género y su desarrollo en el Ecuador cuanto porque, con la difusión de autores y textos, algunos de los cuales sólo constan en ediciones ya agotadas o de difícil acceso, colabora a mantener viva la poesía”.
Sobre Sin ambages el autor confiesa: “Advierto que no he permanecido propiamente silencioso, por lo menos en los veinte últimos años, y he decidido reunir en el presente volumen algo de lo que he hablado —conversaciones y entrevistas— sobre las infamias del sistema y sobre el régimen de la literatura […] He escogido los temas que, supongo, pueden interesar al mayor número de personas […] tales como el lugar que ocupa el artista y su responsabilidad en la sociedad latinoamericana, cuestiones relacionadas con el arte y la literatura, en particular la ecuatoriana, problemas de la cultura en el tercer mundo […] Se advertirá en estos textos que me repito. Ello se debe —en parte y eso sí de modo principal— a mi fidelidad a los principios (que para mí son fines cuando se trata del comportamiento): significa que, pese a todas las vicisitudes, entre ellas las de la adversidad y las de la edad, nunca volví las espaldas a la libertad ni a la justicia, nunca bailé al son que tocan, ni me apunté al ganador”.
La narrativa realista —y, dentro de ella, la ecuatoriana— tiene vigencia como un testimonio de una realidad y existe como una literatura otra, que correspondió a un momento y que, por lo mismo, ya no puede constituir ni un modelo ni una tradición. Y como en el caso de los estudios antropológicos o arqueológicos, cabe situarla en el contexto de una época, de un país, de un continente, sin necesidad de adjetivos que delatan preferencias. Porque, como ha dicho Christopher Frye, “los juicios de valor se basan en el estudio de la literatura, pero el estudio de la literatura, no puede basarse en los juicios de valor”.
A la muerte de Charles Chaplin (1977), advirtiendo que no llegó a realizar una película que había concebido sobre los pecados capitales, Adoum escribió La subida a los infiernos, cuya acción se desarrolla en un cabaré de mala fama, administrado por una empresa multinacional, y cuyo espectáculo consiste en una versión erótica (o pornográfica) de la pasión y muerte de Jesús. El único a quien interesa y trata de restituir la verdad es un Vagabundo. En las mesas están representados, como otros pecados actuales, el hundimiento de un matrimonio tradicional, los negocios y la explotación internacionales, la tortura oficial, la conspiración militar contra un régimen democrático.
Una propuesta que conjuga palabra e imagen. Una reflexión sobre la fotografía y su esencia, a partir del mirar pausado de un andar de imágenes de este espacio equinoccial: el Ecuador y su gente. La fotografía, reflexiona Jorgenrique Adoum, es el único arte que en el momento mismo de ser corresponde a algo que fue, es un tiempo detenido, es la décima de un segundo, la instantánea de un instante de su propio instante que se guarda para ser memoria permanente, recuerdo real de los momentos irrepetibles. Esa característica de la fotografía, en la serie de imágenes del libro no se cumple, el instante de las fotos se repite existencialmente al infinito, es una realidad que socialmente se reproduce en un tiempo programado para volver como existencia social. Por ello el título del libro, Ecuador: imágenes de un pretérito presente.
Esta antología reúne una gran cantidad de poemas inéditos (hasta 1979) y otros que no habían sido incluidos anteriormente en libros o que se hallaban agotados para entonces, junto a lo más representativo de su producción difundida. Así, en orden cronológico inverso —ya que el volumen se inicia con las piezas más recientes, para cerrarse con las más antiguas—, el itinerario por la obra de Adoum que propone No son todos los que están muestra la trayectoria inventiva y fecunda de un poeta en quien el arraigo en el país nativo y la voluntad de denuncia crítica no excluyen la exploración en el habla coloquial y la investigación verbal más reveladora y audaz.
Entre Marx y una mujer desnuda apareció en 1976 y obtuvo el Premio «Xavier Villaurrutia» de México. Ha sido traducida, adaptada al teatro, llevada al cine y sobre ella se han escrito tesis de doctorado universitario particularmente en Italia, Francia y Estados Unidos. Bien se puede decir que Adoum realiza su más implacable confesión cada vez que convierte este libro en una reflexión actuada, meditación con personajes, a propósito del oficio de escribir» (Eduardo Galeano). «[…] Ejemplo de rigor en la práctica de ese angustioso oficio que es la escritura, testimonio de una gran honestidad intelectual [...], es también un libro de un humor feroz; más aún, por momentos, de una amargura muy grande» (Le Monde Diplomatique). «[…] Apasiona y exaspera por la violencia del lenguaje, por el cuestionamiento de nuestras referencias culturales y por el desafío a las formas literarias tradicionales. Este "texto con personajes", podría ser el balance o el testamento de una generación» (Le Quotidien de Paris).
Según el crítico literario José Olivio Jiménez, el libro “recoge una buena representación de su obra anterior: Ecuador Amargo (1949), Los cuadernos de la Tierra (1952-1962) y Yo me fui con tu nombre por la tierra (1964) más dos colecciones inéditas: Curriculum mortis y Prepoemas en postespañol. Resumidos así, en una revisión escrupulosa realizada por el propio autor, el conjunto facilita un índice seguro para seguir la marcha lenta, pero victoriosa al cabo, trazada por el poeta en su esfuerzo por la obtención de ese estilo vigoroso y propio que le singulariza”.
Dice el dramaturgo uruguayo Juan Carlos Tajes: “Para construir ese monumental mosaico que es El sol bajo las patas de los caballos, el autor se sirvió indiscriminadamente de textos históricos, poesía quechua, documentos oficiales, la Biblia, biografías, declaraciones de militares estadounidenses y artículos periodísticos. […] Adoum propone una reinterpretación política de la historia: el martirio y la muerte de Atahualpa tienen su consecuencia en la sublevación, martirio y muerte de Tupác Amaru, en la epopeya de Sandino, en Fidel Castro, en el Che Guevara. Siguiendo el curso de los acontecimientos actualiza el texto y en la versión de París en 1974, incluye a Salvador Allende entre los herederos políticos de Atahualpa. La obra se estrenó en 1970 en Ginebra bajo la dirección del afamado François Rochaix (Théâtre de l’Atelier). El grupo L’Ensemble la presentó en 1974 en París, bajo la dirección de Fabio Pacchioni, quien volvió a montarla en 1985 en Estampes, Francia. El Grupo Cuatro Tablas de Perú la puso en escena en 1976. Traducida a 6 lenguas y representada en numerosos países de Europa y América Latina.
Es el primer poemario del autor escrito completamente en el extranjero. Dice José Raúl Guzmán: “En definitiva, los seis poemas que componen Yo me fui con tu nombre por la tierra están dedicados a criticar la situación de la dictadura en el Ecuador, hecho que consecuentemente provocó el exilio de Adoum”. Y Adoum relata: “Un grupo de universitarios compuso el texto de Yo me fui por la tierra con tu nombre en una imprenta, en otra armaron las páginas y, finalmente, en una tercera, fue impreso y engrapado. Al día siguiente, mientras lo vendían en las calles de Quito, la Policía de la dictadura los detuvo”.
En este cuarto volumen de Los cuadernos de la tierra, Adoum «poetiza la incursión emprendida por Gonzalo Pizarro y Francisco de Orellana en su búsqueda por la “tierra prometida”, las difíciles circunstancias a las que se expusieron los colonizadores durante la expedición y al mismo tiempo el inesperado descubrimiento del río Amazonas», dice el estudioso de Adoum José Raúl Guzmán al referirse a Eldorado, el poema de los Cuadernos que Octavio Paz juzgó como “el poema perfecto y poderoso”. «Las ocupaciones nocturnas corresponde a una larga sección de poemas en los que se describen los duros y agotadores trabajos a los que fueron sometidos los indígenas americanos, así como la introducción del derecho de la propiedad privada en el sistema de la vida aborigen».
El tercer volumen de Los cuadernos de la Tierra obtuvo en 1960 el premio de poesía en el primer concurso de Casa de las Américas, de la Habana. El “Adoum poetiza la calamidad de Pizarro” con la intención de “desvirtuar, desmitificar, deconstruir toda imagen de conquistador y criticar todo acto de colonización con fines económicos y de explotación. El poeta utiliza el tema de la conquista para denunciar todo acto de expolio que, si bien se inicia en la conquista, ha perdurado durante décadas en la región latinoamericana”.
Escrito con una irrefrenable pasión humana, este libro de Adoum plantea no una revisión, sino una severa interpretación de la obra poética: la de las ideas que la definen antes que la forma en que están expresadas, la de los planteamientos que entraña más que la técnica que los viste. El propio Adoum dirá de él: “Este no es un libro de ‘crítica imparcial’: porque no se puede ser imparcial frente al destino colectivo, y la poesía le atañe: porque —obra de la pasión del hombre— no puede ser manejada como un cadáver ajeno sin compartir o rechazar su causa”. Los poetas Valéry, Rilke, Claudel, Lubicz-Milosz, Hugues, Eliot, Nicolás Guillén, Maiacovski, García Lorca, Vallejo, Hikmet y Neruda son los “personajes” de esta obra.
En palabras del escritor Fernando Balseca, “Relato del extranjero da cuenta de una extrema necesidad formal del poeta para construir los registros de su voz, pues requiere de un relato para comunicar su palabra poética. Sobre la base de una comprensión que equipara el poeta con un extranjero, Adoum produce y abre este poemario con uno de los textos clave de su obra poética, pues en él se encuentra ampliamente elaborada su concepción del poeta como un sujeto extraño que habla otro lenguaje […] El ejercicio de escritura de poesía sería, para Adoum, la demanda de reescribir la historia en medio de la inestabilidad, buscando preferentemente los márgenes —lo otro, lo no oficial, lo no dicho, lo no evidente— para poder decir su palabra”. Y Adoum dice: “Tengo el vago recuerdo o una impresión, que puede ser equivocada, de que André Gide anda por las páginas de Relato del extranjero. De ser así, debe corresponder, de manera inconsciente, a la época de los antídotos contra Neruda…”.
Para el escritor Fernando Balseca esta obra “consolida esta primera etapa de desarrollo poético, porque vuelve a discutir la problemática de la nación, la ciudadanía y la misión del poeta y la escritura en torno a esos temas. En este caso el poeta es el desterrado de la casa paterna”. Y Adoum dice que Notas del hijo pródigo [debe corresponder] a cuando buscaba la adopción de una poesía totalizadora, pariente lejana de la prosa a la que es preciso recurrir”.
Cuatro volúmenes conforman Los cuadernos de la tierra: I. Los orígenes, II. El enemigo y la mañana, III. Dios trajo la sombra y IV. Eldorado y Las ocupaciones nocturnas. Con los dos primeros el autor obtuvo en 1952 el Premio Nacional de Poesía “Medardo Ángel Silva”; en 1960 le fue concedido el premio de poesía en el primer concurso de Casa de las Américas, de La Habana, con el tercero; y Octavio Paz dijo del cuarto: “[…] pero el poema que me parece perfecto y poderoso es el Eldorado”. Para el autor Los cuadernos de la Tierra significaron un esfuerzo hacia otra concepción de la poesía, resultado del trabajo con otras técnicas. […] Quise, sobre todo, hacer un recorrido por nuestra historia, rehuyendo las tentaciones y trampas de la anécdota”.
Un largo poema dedicado a su hija Alejandra, la primogénita, que se convirtió en un emblemático poema confesional, en donde comienza a figurar la gran poesía de Adoum y ya asoma, por la ventana de sus versos, la inaudita capacidad de metaforizar en contemporáneo: la imagen sostenida y el verso largo y decidor con el sustantivo fuerte y concreto y el adjetivo surrealizado.
Es la partida de nacimiento de Adoum a la literatura. Su publicación suscitó enorme entusiasmo dada, sobre todo, su corta edad: 23 años. Pablo Neruda —de quien había sido secretario privado hasta dos años antes en Chile— se refirió a él como “fina flor de la poesía” tras recomendarle, no obstante: “Debes liberarte de un nerudismo que no te hace falta”, en una carta personal y en un momento en el que todos los poetas jóvenes eran nerudianos. “Como muestra el título de la obra —sostiene la crítica Bárbara Clark—, el tributo a la tierra no es romántico o sentimental, más bien lo que prevalece en ella es su preocupación por la justicia y la injusticia […] la realidad política y social de Latinoamérica”.
“Yo creo que los países constituyen un pedestal sobre el cual reposa o se eleva el busto del escritor. Creo que si el Fakir Dávila Andrade hubiera sido mejicano, argentino, o brasileño, habría sido una figura conocida en toda América y traducida a varios idiomas”.
(Jorgenrique Adoum)
“¿Vale la pena?”, habría respondido Jorgenrique de habérsele preguntado sobre la creación de esta Fundación que lleva su nombre, porque siempre rehuyó el aplauso, la lisonja, los halagos.Pero movidas por la exigencia de sus lectores, tras su fallecimiento su mujer, Nicole Rouan, y sus hijas, Alejandra y Rosángela, decidieron, contrariándolo, crearla de todos modos.
Ecuador no ha sido un pedestal lo suficientemente alto para que se puedan ver sus figuras a la distancia. En lo que a Jorgenrique se refiere, la Fundación pretende ser uno para acercarlo a quienes todavía no lo conocen y a quienes, conociéndolo, quieren tenerlo más “de cerca y de memoria”.
Cuidar y difundir el inmenso legado literario y cultural de esta figura prominente de las letras y de la cultura, promover su obra y su personalidad, ordenar y digitalizar sus archivos, publicar materiales inéditos, tanto textos como materiales audiovisuales y sonoros, y poner este material al alcance de lectores, investigadores y académicos.
El 28 de junio de 2018 se presentó en la Universidad Andina Simón Bolívar, en Quito, la primera edición ecuatoriana de la segunda novela de Jorgenrique, Ciudad sin ángel, publicada primero en México (1995) y posteriormente en Cuba (2001).
El acto de presentación contó con las intervenciones del rector de la Universidad Andina, César Montaño Galarza; la escritora Gabriela Alemán; y el artista visual Ernesto Proaño. Y cerró con broche de oro: un vídeo de Pocho Álvarez en el que Jorgenrique lee su “Prohibido fijar carteles”.
Alejandra Adoum contó algunas anécdotas que rodearon su tardía publicación en el país.
Esta novela, como cuenta Jorgenrique en la contratapa de esta edición, nació de la promesa que le hizo a un abarrotero que le odiaba porque su profesor le había obligado a leer Entre Marx y una mujer desnuda en el colegio… le prometió que su próxima novela, es decir esta, sería menos compleja. Fácil…
Pero, además, Ciudad sin ángel tiene que ver, obviamente con muchas otras cosas. Por ejemplo, con ese enorme pintor belga, René Magritte y su cuadro Las caminatas de Euclides. Tiene que ver con ciudades sureñas del continente y otras, europeas. Con derrotas y esperanzas. Con ángeles desangelados. También con quebraduras dictatoriales, exilios y, por eso mismo, con amores de esos que son por fortuna inevitables, gozados y padecidos en medio de esas quebraduras. Tiene que ver, sobre todo, con Jorgenrique.
Ciudad sin ángel fue editada en México, en 1995, y en 2001 en La Habana, pero nunca había nacido en este paisito nuestro. Y aunque pueda parecer mentira, esa omisión tiene un solo motivo. Su título original era, precisamente, Las caminatas de Euclides, pero el editor mexicano le pidió cambiarlo por esas razones comerciales —comprensibles desde luego– que rara vez la razón entiende.
Jorgenrique siempre quiso que cualquier nueva edición llevara en la portada el cuadro de Magritte. Y entre que a él le dio por mudarse de barrio, en 2009, y dos años después, en 2011, a su esposa y compañera Nicole Rouan —empecinada ella en ir a seguir viviendo con él en su nueva dirección— mucha agua corrió bajo los puentes. Para que Jorgenrique estuviera contento, ella misma emprendió un viacrucis de trámites con la Fundación Magritte en Suiza para que se nos autorizara a reproducir las andanzas de Magritte en la portada.
Jorgenrique siempre se salía con la suya y esta vez no fue la excepción. Con todas las de la ley, la portada es, a diferencia de las otras dos que, la verdad sea dicha, dejaban mucho que desear, la que él y luego ella y luego nosotros en la Fundación queríamos.
Finalmente, el libro —en esta edición que fue enteramente revisada por él y su irremediable diseñadora de siempre, María Dolores Villamar— está listo y ahora se llama Ciudad sin ángel o Las caminatas de Euclides, como se deja fe en el lomo y la portadilla interna.
Gracias a César Montaño Galarza, rector de la Universidad Andina Simón Bolívar; a Fernando Balseca, del Área de Letras y Estudios Culturales y cómplice y encubridor empeñoso y tesonero de este bautizo; a Gabriela Alemán y Ernesto Proaño, sus padrinos; y a Pocho Álvarez, el cartógrafo visual de las geografías de Jorgenrique… gracias por confabularse para este bautizo, para esta hermosa travesura, precisamente hoy en que esta edición de Ciudad sin ángel es, además, un regalo para “el turquito” —como nosotros y muchos de ustedes lo llaman— en la víspera de su cumpleaños 92, que es mañana, 29 de junio. De modo que, por añadidura, estamos deseándole, desde este momento mismo y con ustedes, y en esta ciudad, también sin ángel a veces, uno de sus mejores días.
Por: Fernando Balseca
El Universo, viernes 29 de junio de 2018
Hoy, 29 de junio, Jorgenrique Adoum cumpliría 92 años, pero murió en 2009 a los 83, aunque se entiende que la vida puede prolongarse gracias al recuerdo de los otros. Una forma de que un escritor siga presente es que su obra continúe leyéndose. Por eso es relevante, gracias a Ediciones Archipiélago, la reciente aparición de la primera edición ecuatoriana suelta de la novela Ciudad sin ángel de Adoum, que fue publicada en México en 1995 en la editorial Siglo XXI, en La Habana en la editorial Arte y Literatura en 2001, y en Quito dentro del volumen de narrativa de sus Obras (in)completas en la Casa de la Cultura en 2005.
Conocido como un poeta esencial de las letras hispanoamericanas, Adoum ejercitó variadas formas de escritura –el relato, la novela experimental, los artículos para revistas, el ensayo, la crítica de arte, las memorias–, siempre alrededor de las letras, la cultura y la sociedad, con un presupuesto ético que fue ejemplar para demostrar que los artistas asumen posturas críticas y que, bajo determinadas circunstancias, se alinean con las causas de los más necesitados y de los más excluidos, aun a riesgo de su propia obra. Adoum perteneció a una generación que estuvo cruzada por las tajantes disyuntivas de la Guerra Fría.
Escritor sin parar, en una ya clásica entrevista que le hiciera Paola de la Vega, Adoum dijo: “cuando preguntan: “¿Cuánto hay de autobiográfico en su obra?”. “Todo” –contesto– pues estoy conviviendo con los personajes gran parte de mi vida”. Y de esta intensa relación con sus personajes, que tienen existencia propia, nació Ciudad sin ángel: cuenta Adoum que el personaje Bichito, que aparecía únicamente en los márgenes de Entre Marx y una mujer desnuda: texto con personajes, de 1976, pudo ser AnaCarla en esta nueva novela. El desparpajo vital con que actúan ambas es su principal parecido.
Otra peculiaridad de la edición de Archipiélago es la portada, que en esta ocasión reproduce el cuadro Las caminatas de Euclides de René Magritte, en el que se aprecia un caballete con un cuadro colocado ante una ventana; a través del espacio abierto se ve un paisaje urbano, pero lo pintado en el cuadro se funde con lo que está más allá de la ventana. El paisaje se prolonga en el cuadro o el cuadro se extiende hacia el paisaje. Este juego de geometrías y engaños al ojo puede ser una clave de lo que sucede en la novela, que narra las vicisitudes por las que pasan el pintor Bruno y su modelo/pareja AnaCarla.
Jorge Luis Borges –el cuarenta aniversario de su paso por Quito se celebró la semana pasada– decía que, tratándose de literatura, la lectura es solo la relectura. Releer Ciudad sin ángel nos posibilita repensar las épocas de represión política que han vivido nuestros países latinoamericanos. También ayuda a confirmar el lugar central de las pasiones humanas como componente fundamental de lo que más tarde se conocerá como historia. Con Ciudad sin ángel o Las caminatas de Euclides, Adoum siguió elaborando un universo en el que la libertad humana es siempre lo fundamental. Por eso Jorgenrique Adoum sigue tan presente entre nosotros.
En abril de 2018 se hizo una conmovedora presentación simbólica de la antología Jorgenrique Adoum – Juan Gelman —publicada en la Colección 2 alas de “El ángel editor”— en el Árbol de la vida, donde reposan los restos de Adoum.
Dicen los editores en la contraportada:
“En este libro están juntas unas muestras poéticas de Jorgenrique Adoum (Ambato, 1926) y Juan Gelman (Buenos Aires, 1930). Los dos conducen sus versos por sensibilidades parejas, pero personalidades y estilos distintos.
El gran poeta e intelectual cubano Roberto Fernández Retamar dijo sobre Adoum que fácilmente puede ser el mayor poeta ecuatoriano: Después de todo, si el padre y maestro mágico Rubén Darío pudo llamarse ciudadano de la lengua, Adoum es además ciudadano de la cultura de nuestra América. De cultura ya no se puede hablar sin mencionar a Jorge Enrique Adoum.
Por su parte, en la otra ala, el inmenso poeta mexicano José Emilio Pacheco afirma de la obra del argentino universal: La vida de Juan Gelman fue una lucha incesante contra el crimen de estado, la violencia, la injusticia. También resultó una batalla con el lenguaje, combate que le permitió hacer lo que nunca se había escrito ni se volverá a escribir
El ave de estas dos alas construye su nido con palabras. La poesía será siempre el mejor lugar para vivir; ella es libre y migra como las golondrinas que no hacen el verano, sino que lo cantan. Los corazones lectores la necesitan para seguir palpitando”.
¿Cincuenta años ya? podría preguntarse Jorgenrique Adoum ahora mismo.
Y también preguntarle una vez más al hombre de la estrella en la frente:
entonces che ¿hasta la victoria siempre?
Cuando se conmemoraron treinta años de su muerte, Jorgenrique escribió el poema que ahora les ofrecemos al cumplirse cincuenta del nacimiento de “San Ernesto de La Higuera”.
Algunos Juanes de Rulfo fue publicado en Cuadernos hispanoamericanos, en el número de julio-septiembre de 1985.
Gran homenaje al escritor y amigo mexicano, este texto ¿premonitorio? de Jorgenrique fue escrito pocos meses antes de la muerte de Juan Rulfo.
Con ocasión del centenario de su nacimiento, les invitamos a releer o a descubrir un hermoso texto de Jorgenrique, lleno de ternura y admiración hacia el amigo y el autor de El llano en llamas y de Pedro Páramo.
París, comienzos de los 1970.Con los escritores peruanos Julio Ramón Ribeyro, Bryce Echenique y Manuel Scorza, el mexicano Juan Rulfo, Claude Couffon (traductor al francés de Pablo Neruda y varios escritores latinoamericanos), y Nicole Rouan.
Desde el blog del escritor español Vicente Luis Mora intitulado “Diario de lecturas”, nos llega una muy interesante crítica sobre Los cuadernos de la Tierra, recientemente reeditados en su integridad por el sello Ultramarinos de Barcelona.
Con su “Diario de Lecturas” —definido por el poeta cordobés como un espacio público intelectual libre de publicidad y gratuito dirigido al intercambio libre de ideas—, Vicente Luis Mora ha ganado el Premio Revista de Letras al Mejor Blog Nacional de Crítica Literaria. Además, en 2016 fue galardonado con el Premio Torrente Ballester de novela por su obra Cabeza de Vaca.
Esta crítica ha sido publicada originalmente en http://vicenteluismora.blogspot.com/2017/06/noticia-de-libros-recientes.html